La publicidad tradicional (anuncios, espots, cuñas, banners…) está quedando obsoleta. Cada vez más, las empresas, entidades e instituciones buscan seguir llamando la atención de sus targets, pero con acciones adaptadas a las circunstancias y rutinas actuales.
Por eso, a la hora de planificar un plan y una estrategia de comunicación, hay que tener en cuenta dos características que nos dan a entender que las acciones de publicidad –pagar por salir en los medios- cada vez tiene menos fuerza y poder.
— Por un lado, los ciudadanos estamos expuestos a miles de impactos de marcas cada día. Según un estudio, cada día vemos 2.500 marcas (anuncios, logotipos…) pero sólo recordamos cuatro de ellas. Eso es lo que se llama «Top of mind», la lista que el consumidor recuerda, las marcas que tienen en la mente, allí donde quieren estar todos los anunciantes, todas las empresas.
Además, la publicidad de toda la vida trabaja con el método de la interrupción, es decir, impidiendo que veamos los contenidos que realmente nos interesan. Algunos ejemplos son los bloques publicitarios en televisión y radio, la página flotante sobre la web que queremos visitar, el espot de Youtube que no nos deja ver el vídeo hasta que no acaba…
Todo esto hace que los espectadores o lectores seamos inmunes a la publicidad y nos pase desapercibida por descarte inconscientemente. Así que vemos que es difícil penetrar con nuestra imagen, marca, mensaje… en el consumidor.
— Y por otro lado, el anuncio tradicional se basa en magnificar o exagerar los atributos positivos que la propia empresa cree que harán que el consumidor conecte con su marca. Pero algunos estudios dicen que el 76% de los consumidores no creen que las empresas digan la verdad en los anuncios.
Por eso, es más fácil que un consumidor esté más influenciado por una recomendación u opinión de otro consumidor, ya que es alguien como él y no tiene ningún interés –a priori, como ya expliqué– para hablar bien o mal de la empresa. Esto se da ahora en Internet, en las redes sociales o buscando en foros, pero no es más que una adaptación del canal del típico boca-oreja físico entre familiares y vecinos.
Así que si pocos se quedan con nuestro mensaje y los que lo hacen no nos creen, ¿no es mejor apostar por otras técnicas de marketing más efectivas?
Derechos de imagen: Sergey Nivens